Casitas blancas asomadas a las aguas transparentes del Mediterráneo, un fiordo natural que parece clavarse a cuchillo en la costa, las barcas de pesca tradicionales mallorquinas meciéndose en el puerto, el verde de los pinos y las higueras… Así es el paisaje de Cala Figuera, tal vez el último y genuino pueblo de pescadores de Mallorca.
Parece un milagro que, a pesar del boom turístico de los años 70 y 80, haya podido sobrevivir un lugar así en la mayor de las Baleares. Sí, hay restaurantes y pequeños hoteles, además de casas y apartamentos de alquiler, pero la esencia de la localidad sigue intacta, así como sus medios de vida. La prueba: los pescadores arreglando las redes al atardecer, acompañados por el vuelo de las gaviotas, para dejarlas listas y salir temprano al día siguiente para pescar.
Cala Figuera se encuentra al sureste de la isla, a unos 60 kilómetros de Palma. Aquí no hay una playa de arena, aunque sí muchas zonas en las rocas ideales para disfrutar de un baño en unas aguas especialmente transparentes. A la derecha del puerto hay un precioso paseo lleno de árboles y salpicado de tiendas y restaurantes de pescado; al otro lado, senderos que se internan en el bosque mediterráneo.
Cala Figuera, destino ejemplar de turismo sostenible y demostración de que la Mallorca auténtica, que muchos piensan que dejó de existir hace años, sigue viva. Puede que la ausencia de una playa haya contribuido a ello, aunque las hermosas playas de Porto Cristo y Cala Millor no quedan lejos.
Para unas vacaciones de ensueño en Mallorca, qué mejor que este rincón del sureste de la isla, nadando en el azul de sus costas y cenando delicioso pescado local bajo la luz de las estrellas, disfrutando de la naturaleza, la quietud de las islas y el embrujo del Mediterráneo.
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